lunes, 2 de agosto de 2010

Chichiriviche


Aquí estamos de nuevo, sobreviviendo...

Os escribimos desde un pueblo de la costa, apunto de marchar corriendo hacia las montañas como animalillos despavoridos. Esto es peor que Lloret en pleno esplendor de turista inglés...El viernes cogimos mochilas destino a Coro, un paraje natural de la costa. En la parada de bus conocimos a Idoia y Xenki, 2 vascos con los que hemos coincidido estos días. Ellos nos hablaron de Chichiriviche, que habían oido hablar muy bien porque había unos cayos muy bonitos que se podían visitar en barca. Ellos habían llegado más o menos como nosotros, y despuésde allá se iban a la montaña y a la selva. En fin, que como esto de viajar por libre tiene la cosa de poder cambiar de opinión, pues eso hicimos. De Puerto Colombia a Maracay, luego otro autobús a Valencia y de allí otro hacia aquí. Uf, os aseguro que con Carla nada tiene que ver que cuando hemos ido con Iris.
En uno de los buses ya tuvimos un pequeño "conflicto" pues para "atraparnos" nos dijeron que el billete eran 8 bolívares, y luego nos querían cobrar 10, son la monda!

Para llegar al Parque Natural de los islotes o cayos se podía acceder durmiendo en Chichiriviche o en una población antes llamada Tucacas. Cuando llegábamos casi nos da un espanto: edificios y edificios de apartmentos u hoteles sin nada más alrededor, todo sin cuidar, sólo edificios y edificios. Unos italianos hippies que conocimos en el bus nos lo confirmaron ayer cuando llegaron a Chichiriviche: era horroroso. Bueno, para nosotros es horroroso cualquier sitio abarrotado, o como éste donde los coches llevan unos bafles gigantes en los maleteros abiertos con la música tan fuerte que estando dentro de una casa rebota hasta el suelo, pero no es un loco que pasa, es que son casi todos. Sólo con la música casi te mareas.

Llegar al pueblo fue ya toda una decepción, aunque antes habíamos pasado por unos preciosos bancales llenosde flamencos rosas donde aquí no aprecian para nada, pues ni siquiera hay visitas a los manglares. Aunque bien pensado, mejor para los flamencos. Esto es un pueblo de calles de basura, de gente que da la impresión que no hace otra cosa que escuchar esa música que a nosotros nos parece horrorosa, gente que llena las calles de cervezas, o restos de ellas: vidrios, chapas, que llenan las playas de basura y donde las chicas jóvenes presumen de sus pechos operados como pavos reales, es que hasta los maniquís de las tiendas tienen esos peazos senos. Dicen que las chicas en su mayoría de edad (los 15 años) piden una operación de aumento de mamas a sus padres...

Los hoteles aquí dejan mucho que desear, son cutres y carísimos. Nos hemos instalado en una posada con una habitación pequeña con aire acondicionado que hace un ruido espantoso, acorde con el lugar.

Nuestros amigos fueron a visitar un conocido que tenía un restaurante vasco, y luego quedamos para dar una vuelta por una especie de feria de puestos de comida y puestos hippies de pulseras, collares, pendientes. Vimos un grupito que parecía una familia, seguramente uruguayos o argentinos que luego nos deleitaron con una actuación de payasos.

Cenamos en un restaurante unas pizzas, y yo me encapriché de un cóctel de camarones, que Sergi no aceptó por su salsa rosa...Uf, vaya tela, como me da rabia darle la razón! Al día siguiente estaba con una gastroenteritis como hacía tiempo, dejé a mi cuerpo actuar para sacar a la bicha. Se nos arruinó el día de salida a las islitas, pero suerte que fui la única en comer la dichosa salsa rosa. Si había recuperado algo de peso, toma ya! Mira que hacía años que no me ponía mala en un viaje...En fin...

Una vez medio recuperada, al día siguiente, fuimos a una isla que llaman Cayo Sombrero. La verdad es que es muy bonita y se llega en 5-10 minutos en barca desde el puerto. La lástima es que allí llega todo dios, incluso lanchas, que como los coches en tierra ponen la música a todo meter. Tuvimos suerte de encontrar un rinconcito tranquilo, con una familia en un lado y un par de parejas en otro, y pudimos disfrutar del agua cristalina azul turquesa, de los pececillos rodeando nuestros pies y de un sol de justicia, eso sí! Nos llevamos algo de comida y las 15h el barquero nos vino a buscar y de vuelta a tierra.

Después de tanto sol, de estar encerrada un día entero en una habitación como una ratonera (la noche antes la luz petó y nos quedamos sin aire acondicionado y pasamos una calor que ni os cuento), de estar hartos de música altísima y de porquería, decidimos marchar a Mérida, las montañas, donde Sergi estuvo hace años. Él repetirá, pero es que ya estamos hartos de playa y calor. A ver como pinta...

Ya os contaremos. Ahora os pasamos una fotillos

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!!
Quin bon aspecte que teniu tots quatre!! La sort que tenen la Carla i l'Iris no la saben prou!
Estic contenta de saber que esteu bé. Per sort les "males" aventures van quedant enrere. M'imagino que l'Iris ja està bé de l'orella i tu de la panxa. Em sembla que jo tampoc no m'¡hauria pogut resistir al còcktel, hehe...
Res, a seguir gaudint de viatge i família. I paciència amb la ratolineta que si els grans descobrim coses noves a cada segon, elles...
Un petó fortíssim i quilos de bones energies!!

Montse